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Binta y la educación financiera

Rodado en 2004 en colaboración con UNICEF y nominado al Óscar como mejor cortometraje en 2007, 'Binta y la gran idea' es una de esas pequeñas obras maestras que nos aportan nuevas perspectivas y sacan los mejor del género humano. Su principal hilo conductor es la importancia de la escolarización para las niñas de Senegal. Como consecuencia, la reflexión del director Javier Fesser no ha parado de cosechar reconocimientos.
Binta es una niña pequeña que vive y va a la escuela en una aldea, su padre es pescador y su madre cosecha arroz. En paralelo, su prima Soda no va a la escuela, su padre es autoritario y su madre vende naranjas, ambos analfabetos. En una de las escenas se ve a la tía de Binta, Fatu, vendiendo su producto a un comerciante. Ella le dice que las naranjas cuestan 400/kg en la moneda local, cantidad que el comerciante considera alta y le ofrece 200/kg. Fatu le dice que tiene dos cubos de naranjas de 10 kg cada uno.
Como ella no sabe sumar o multiplicar el comerciante le dice que los dos cubos suman 8 kilos, 12 menos, y que a 200/kg le tiene que dar 1.100, cuando le tendría que dar 4.000. Finalmente el comerciante le dice que le pagará en dos billetes de 400 para no dejarla sin cambio, por lo que finalmente está pagando 800 en vez de 4.000. Ella acepta y un primer plano de Fatu nos muestra su cara de indefensión ante el abuso que se ha cometido.
Esa cara de indefensión es la de miles de personas que cada día acuden a su oficina para gestionar la hipoteca, el préstamo o las comisiones de los fondos de inversión y tienen dificultades para entender las consecuencias reales de lo que contratan. ¿Qué pasa si me quedo sin trabajo y no puedo pagar tres o cuatro meses de hipoteca?, ¿qué pasa si avalo a un familiar y él no paga el préstamo?, ¿cómo afecta a la rentabilidad final de mi fondo si me cobran una comisión anual de gestión del 0,9%?, ¿y si la comisión es del 2%? Estos sin duda se encuentran entre los retos a superar de nuestro sistema educativo en el siglo XXI.



La enseñanza de los números viene de antiguo con el nacimiento de las primeras academias pero no es hasta el siglo XIII que los Jurados del Cap-i-casal ven la necesidad de un Estudi General que reúna los conocimientos básicos. Promueven un proyecto educativo que culmina en 1499 con la fundación de la Universitat de València bajo el auspicio del papa gandiense Alexandre VI. Pasan los siglos y la formación está reservada a las clases acomodadas del país, pero aún en el siglo XIX ni el informe Quintana de 1813 ni la Ley Moyano de 1857 contemplan la enseñanza de las finanzas personales pese a la importancia que se va concediendo progresivamente a materias como la economía política y la estadística.


Paradójicamente fueron siempre los problemas financieros de las arcas públicas los que lastraron en mayor medida la construcción de escuelas y la extensión de la enseñanza universal a toda la población. El sistema educativo siempre está en construcción en un proceso de mejora constante de revisión y actualización de los conocimientos adaptados a cada tiempo. En el siglo XX, Buenaventura Delgado Criado da una foto de la enseñanza en la València de 1933 que arroja datos contundentes. Tan solo el 28,5% de la población de la ciudad está escolarizada, 23,5 puntos por debajo de la media estatal.

Plan de Educación Financiera

Hoy en día esas cifras son historia, aunque siguen ayudándonos a entender muchos de los acontecimientos que sucedieron y cuyos efectos nos alcanzan. Sin embargo, el vacío en el sistema educativo universal de los conocimientos más básicos en finanzas personales sigue siendo una asignatura pendiente. El Plan de Educación Financiera estatal 2013-2017, la aplicación de la directiva europea MiFID II y otras iniciativas de la misma naturaleza son barcos en los que navegar más seguros hacia mar abierto, pero no podemos permitir que nadie se quede en la orilla. 
Los conocimientos, financieros y generales, adquiridos tras la escolarización de las niñas en Senegal, o de la población valenciana, constituyen la mejor caja de herramientas para defender mejor nuestros intereses para que cuando prestemos o tomemos prestado capital, cuando vendamos o adquiramos bienes o servicios lo hagamos con el mayor conocimiento de causa. El objetivo final es alcanzar el mayor beneficio personal y el de la sociedad en su conjunto.

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