Uno de los principios fundamentales que rige la toma de
buenas decisiones en finanzas es el que Peter Lynch les recomendó seguir a los
asistentes de su conferencia en el National Press Club en 1994. Lynch se puso
solemne, y dijo mirando por encima de sus gafas a los allí presentes: 'know
what you own'. Frase que podemos traducir como 'conoce aquello que tú posees',
o bien si nos tomamos ciertas licencias pedagógicas como 'conoce todos los
factores que intervienen en aquello que te importa, para que tus intereses y
los resultados obtenidos con tus acciones estén lo más alineados posible'.
Porque tener se pueden tener acciones, bonos, una segunda
vivienda, un coche, una cooperativa, una ONG o una frutería de barrio. La
moraleja de una larga historia resumida en cinco sencillas palabras que vale la
pena leer una y otra vez: conoce aquello que tú posees. La frase no es baladí,
sino que esconde toda una filosofía conductual tras ella.
La primera de esas palabras es un empujón para pasar a la
acción, 'conoce'. Y solo hemos empezado la frase. Lynch nos invita a
adentrarnos en un bosque tupido, con caminos sinuosos y donde cada paso cuesta
un gran esfuerzo. Y en esta travesía hay que contar con que quien gana dinero
con la ignorancia en forma de comisiones escondidas y dudosas rentabilidades
nos ofrezca falsos atajos que constantemente tienten nuestros sentidos.
Adquirir el conocimiento básico para entender a los profesionales que trabajan
con nuestro patrimonio es fundamental y para ello nada sería más deseable que
la aplicación de una política educativa transversal al respecto en las escuelas
y universidades de nuestro país.
Y llegamos a lo que podríamos calificar como el patito feo,
aquellas dos palabras que pasando en un primer momento inadvertidas se
convertirán en el precioso cisne blanco que asociamos con tener criterio
propio. 'Aquello' es lo que recibe la acción de conocer, es decir, son todas las cosas que nos
importan, que nos interesan y que como escribió Habermas forman una pareja
inseparable, o deberían de hacerlo, con el conocimiento. Lo natural es que
queramos conocer 'aquello que' nos interesa, pero el problema viene cuando no
somos capaces de identificar qué es eso que nos interesa y lo tomamos prestado
de terceros cuyos intereses son contrarios a los nuestros.
¿Me interesa meter mi dinero en productos financieros
complejos o cuyo mecanismo desconozco? Que cada uno se responda, pero hay quien
aún se acuerda de las preferentes que no es que fueran per se productos malos,
sino que estaban siendo colocados a inversores que en demasiadas ocasiones no
disponían de la cualificación necesaria para entender lo que contrataban,
aunque estoy seguro que más de uno se sabía aquello de que nadie da duros a
cuatro pesetas.
Llegamos a la segunda persona del singular, el manido
término 'tú' y casi que podemos hasta saltárnoslo, no porque sea menos
relevante sino porque damos por sentado que los tres anteriores párrafos
señalan directamente hacia nosotros, nos señalan a ti y a mí, quienes tomamos
las decisiones de formarnos o no y de invertir a través de un gran banco, una
EAFI o de una gestora independiente. Al final, estamos hablando del dueño a que
hace referencia la cuarta y última palabra, 'posees'. La conclusión es que la
frase 'conoce aquello que posees' no es más que un consejo de amigo para que
nos preocupemos de nuestro patrimonio y lo gestionemos con pasión, entendiendo
cómo está constituido y de qué manera nos puede reportar la máxima calidad de
vida a nosotros y a los nuestros.
Es verdad que el sector financiero está evolucionando y que
llegarán medidas que incrementen la transparencia y la personalización de los
productos y servicios. Es verdad que los profesionales del sector están
poniéndose las pilas de cara a MiFID II con los certificados de EFPA España o
CFA para analistas. Pero al final queda la pregunta, ¿quién va a supervisar mejor
el cumplimiento de nuestros intereses que nosotros mismos? ¿O es que el resto
de personas antepondrá nuestros intereses a los suyos propios?
Solo si entendemos las cosas podemos explicárselas a los
demás o podemos revisar si los demás hacen su trabajo como dicen que lo hacen.
Se trata de tener presente las cuatro palabras de Lynch y añadir al cocktail
las palabras de su compatriota Benjamin Franklin, quien sabía de la importancia
de invertir en uno mismo: 'Empty your purse into your mind and your mind will
fill your purse up' ('Vacía tu cartera en tu mente y tu mente llenará tu
cartera').