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The Intelligent Investor: El párrafo.

 

Este abril se han cumplido 66 años de la primera edición de El Inversor Inteligente (Graham, 1949, The Intelligent Investor,) y la ocasión es buena para traer a la luz uno de los párrafos del capítulo 8 que mejor viene a resumir lo que es la filosofía del padre de la Inversión en Valor: "El verdadero inversor casi nunca se verá forzado a vender sus acciones, y el resto del tiempo es libre de no tener en cuenta la cotización actual. Tiene que ser consciente de eso y actuar en consecuencia en la medida en la que se adapte a sus expectativas, y nada más. Así, el inversor que se permita a sí mismo huir en estampida o se preocupe en exceso por las bajadas injustificadas de sus posiciones en el mercado estará convirtiendo perversamente su principal ventaja en una simple desventaja. Esa persona estaría mejor sin acciones cotizadas, porque solo así se ahorraría la angustia mental derivada de los errores y los juicios de otros".

Tuve la ocasión de realizar la traducción directamente desde la versión revisada en inglés de 2003, introducida por el aventajado alumno Warren Buffett, y se trata de un párrafo magistral. A la vez es sencillo y directo. Por ello, sería conveniente tenerlo presente en nuestro día a día, para lo cual conviene desgranarlo frase a frase:

Frase 1: "El verdadero inversor casi nunca se verá forzado a vender sus acciones, y el resto del tiempo es libre de no tener en cuenta la cotización actual".

Cuando se refiere a “el verdadero inversor” me viene a la cabeza la figura del “sabio” que protagoniza las enseñanzas del Lun yu, libro en forma de diálogo y aforismos también conocido como Analectas y obra clave del confucianismo. De esta manera, Graham proyecta su modelo en positivo y asociándolo a la condición, valores y actitudes que considera convenientes. Al fin y al cabo, para eso están los modelos y es una condición básica de la creación del lenguaje. En otra ocasión, me extenderé en la relación entre el Inversor en Valor y el confucianismo. Y prosigue el texto, “casi nunca se verá forzado a vender sus acciones” de lo cual se desprende que estamos hablando de la condición de ahorrador o inversor propiamente dicho, tal y como lo definimos en planificación financiera, es decir, aquella persona que puede permitirse apartar una cantidad más grande o más pequeña de capital del que no deberá disponer a corto plazo con la finalidad de generar rentabilidades futuras.  La afirmación final sobre mantenerse ajeno a “la cotización actual” sirve para reforzar la actitud crítica que posteriormente explicitará en contraste a dejarse llevar por las subidas y bajadas diarias del mercado.

Frase 2: “Tiene que ser consciente de eso y actuar en consecuencia en la medida en la que se adapte a sus expectativas, y nada más”.

Ser “consciente… y actuar en consecuencia” es lo que podríamos resumir como defender nuestros intereses racionalmente. Y si no fuera por todos los libros de autoayuda que hay en las librerías parecería que es una perogrullada, porque es de sentido común y yo no conozco a nadie que afirme ir contra sus intereses o querer hacerlo. De hecho, esto constituye uno de los mitos con origen en la Ilustración ya que es irracional ir contra los propios intereses. Por tanto, un individuo normal, por su condición de ser racional, razonará en favor de su propio interés, se supone. El problema es que en demasiadas ocasiones, su interés puede quedar sustituido por su marco de referencia. Es decir, el imaginario compartido fruto de la educación familiar y social que haya recibido así como el discurso imperante, o de moda, con el que se pueda identificar. Por tanto, si tu familia es ajena al mundo de la inversión financiera y la mayoría de los medios, principal vía de información, se mueven a golpe de sensacionalismo efímero. ¿Qué cultura financiera tiene un ciudadano medio para ser consciente y actuar en consecuencia de acuerdo a sus expectativas? De ahí la redundante puntualización.

Frase 3: “Así, el inversor que se permita a sí mismo huir en estampida o se preocupe en exceso por las bajadas injustificadas de sus posiciones en el mercado estará convirtiendo perversamente su principal ventaja en una simple desventaja”.

Graham prosigue a modo de advertencia, siempre reforzando la autonomía del inversor con “a sí mismo”, en contraposición a la actitud irracional y común que conlleva “huir en estampida”. Y compara esta última con lo que supone preocuparse por las “bajadas injustificadas”, fruto de ignorar el comportamiento de la posición. Es decir, y con ello da paso a la conclusión de la cuarta y última frase del párrafo, que nadie puede defender sus intereses con éxito si no se controlan todos aquellos factores que entran en la ecuación de la inversión y se asimilan con la normalidad de quien diferencia entre cosas realmente importantes para el devenir y las cosas que por mucho que llamen la atención nada tienen que hacer temer.

Frase 4: “Esa persona estaría mejor sin acciones cotizadas, porque solo así se ahorraría la angustia mental derivada de los errores y los juicios de otros”.
La conclusión es una declaración de intenciones en sí misma. “Esa persona”, o sea, aquél quien no sea capaz de controlar sus prioridades y se guie por lo que hace la mayoría, o por lo que le marca su propio miedo fruto de la ignorancia, debería replantearse el mismo hecho de comprar acciones cotizadas porque tal vez no esté preparado para gestionarlas debidamente de acuerdo a sus intereses porque se precipitará y se saldrá del plan de inversión que deberíamos marcar a partir de definir nuestro horizonte temporal y nuestra aversión al riesgo.

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